El programa económico de AMLO: retos para elevar la inversión productiva
Samuel
Ortiz Velásquez y Mariana Morales Ramírez
La
inversión y su reorientación hacia la industria, se cuentan como dos pilares
del proceso de desarrollo económico, por sus efectos de corto y largo plazo
sobre el crecimiento del producto global y per
cápita. Por ello un diagnóstico de los saldos del neoliberalismo mexicano
(1982 en adelante) en materia económica, se puede efectuar siguiendo la
conducta de la inversión y el producto global y sectorial. Con base en tal
criterio se pueden verificar algunos hechos estilizados: i) durante el patrón
de acumulación por Sustitución de Importaciones (ISI), el PIB manufacturero y el PIB
global crecieron a tasas altas y estables, con el primero fungiendo como líder
del proceso; ii) desde 1980 ambos indicadores reducen significativamente sus
ritmos de expansión y se vuelven más inestables, sólo el quinquenio 1995-1999
marcó el mayor dinamismo de la etapa neoliberal; iii) detrás del lento
dinamismo del producto global desde 1980 se encuentra el coeficiente de
inversión que grosso modo no ha logrado
superar los altos niveles que alcanzó a finales de la década de los setenta;
iv) el coeficiente de inversión industrial se situó en 21% entre los noventa y
la primera década del siglo XXI, para luego crecer a 27.4% desde 2010 (cuadro
1).
La
elevación del coeficiente de inversión manufacturera en la segunda década del nuevo
siglo, se debe evaluar en el contexto de profundización de la polarización
inherente al neoliberalismo mexicano y sus instituciones (como el TLCAN).
Efectivamente, la industria de equipo de transporte, la más dinámica del
sistema industrial, fue la responsable del aumento del coeficiente de inversión
sectorial, con una crecida de 6.5 puntos desde 2009 (ver cuadro 2). De hecho, si
se descuenta la inversión que arribó a equipo de transporte y química, la
participación relativa de la inversión del resto de la industria mexicana
presenta una situación de cuasi estancamiento
desde la década de 2000. Es decir, son las industrias orientadas al mercado
nacional las que presentan serios obstáculos a la acumulación. Por su parte,
como la industria de equipo de transporte controlada por capital extranjero,
realiza buena parte de su producción en los mercados externos, su inversión
reacciona positivamente ante una mayor demanda de exportaciones principalmente
de Estados Unidos, mientras que el entorno económico local no le afecta en lo
básico.
Se
puede concluir que la crisis que enfrenta buena parte del aparato productivo
mexicano en la etapa neoliberal se explica por la interrelación de múltiples
aspectos sistémicos (ver cuadro 2). Destacamos: la debilidad de la demanda
interna manifiesta en las bajas tasas de crecimiento del producto que al
afectar el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada, ha reducido la
rentabilidad y con ello la inversión industrial; los periodos recurrentes de
apreciación del tipo de cambio real, junto con los programas que estimulan
importaciones temporales para su posterior re-exportación “ITE”
y la significativa reducción arancelaria, han elevado la dependencia
importadora y con ello, han desplazado a industrias proveedoras nacionales,
impactando adversamente sobre su rentabilidad e inversión; la raquítica
inversión pública en infraestructura y el racionamiento del crédito productivo,
han inhibido el desarrollo de proveeduría nacional, contribuyendo a la
reducción de encadenamientos internos; las exportaciones no han fungido como un
acelerador de la inversión sectorial, entre otras cosas, por los altos niveles
de concentración a nivel de productos, empresas y país de destino (Estados
Unidos ha sido el principal destino), así como por su débil articulación con el
sistema industrial mexicano dada su alta dependencia a importaciones
intermedias. En suma, la política macro, industrial y comercial se ha alineado a
los requerimientos de la manufactura de exportación, al tiempo que ha castigado
al “otro México” que presenta serios obstáculos a la acumulación.
¿Cuál
es la propuesta de AMLO para reactivar la inversión y el crecimiento en la
industria mexicana? El programa económico de AMLO presenta aspectos “novedosos” cuando
se le confronta con las administraciones que van de Salinas de Gortari a Peña
Nieto, destaca: el énfasis en el mercado interno, el impulso a la industria
petrolera, el papel del Estado como impulsor de la inversión y la mejora en la
distribución del ingreso. No obstante, como ha señalado el programa de AMLO
se pude tipificar como capitalista, democrático y nacional, con fuertes concesiones
al bloque neoliberal (Valenzuela Feijóo dixit).
Efectivamente, para la administración entrante, México puede modificar sus perspectivas
de crecimiento sin incurrir en endeudamiento y/o en una elevación de la carga
tributaria, a partir de un cambio en el ejercicio del gasto (que entre otras
cosas contempla el combate a la corrupción, una mayor transparencia en el
ejercicio de los recursos y su reorientación). Algunas estimaciones gruesas
apuntan a que la reingeniería permitirá liberar recursos por alrededor de 500
mil millones de pesos en 2019, equivalente a 2.5% del PIB
y al 10% del presupuesto, de los cuales, en un primer momento se estimó que un
monto equivalente al 1% del PIB se destinaría a gasto en inversión
pública en infraestructura; un monto cercano al 0.8% del PIB
se destinaría a gasto social (destaca el programa a jóvenes “ninis” y adultos
mayores); el remanente se destinaría a reducir el déficit público (G. Esquivel dixit).
En
materia de infraestructura se han anunciado algunos proyectos específicos: la
continuidad del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, el
proyecto del Istmo de Tehuantepec, el Tren Maya, la construcción de 300 caminos
rurales de concreto con uso intensivo de mano de obra, Internet para toda la
República, la reconstrucción por los daños ocasionados por los sismos. El monto
comprometido sería de casi 500 mil millones. También se anunció un proyecto de
refinerías por un monto cercano a los 200 mil millones de pesos, de los cuales,
una quinta parte se empleará para rehabilitar las seis refinerías del país, mediante
inversiones necesarias que permitan un mejor aprovechamiento de la capacidad
instalada y reducir con ello la dependencia importadora que se profundizó con
la reforma energética de 2015;[1]
el resto se destinaría a la construcción de una nueva refinería en Tabasco.
¿Hasta
dónde las medidas anunciadas estimularían la inversión industrial? Se puede
inferir, que las políticas redistributivas (que operarán entre otras cosas por
la vía del asistencialismo, la elevación de ocupaciones productivas y de los
salarios), estimulará en parte la demanda interna (luego de 42 años de caída y estancamiento
del salario real en México) y con ello habrá un impacto positivo sobre la
inversión. Por otro lado, la elevación del coeficiente de inversión pública en
infraestructura es una buena noticia, luego de varias décadas de abandono y
rezago frente a las economías de América Latina; v.gr., en 2016 el coeficiente de inversión pública en
infraestructura (descontando la inversión residencial) fue de 2% (INEGI 2018), cuando el promedio de América Latina
fue de 3%. No obstante que la inversión pública ejerce un efecto de arrastre
muy importante sobre la inversión privada, su aumento de un punto porcentual en
2019 será insuficiente para estimular a la inversión productiva, si no se
acompaña de un nuevo pacto social entre sector público y privado. Además,
algunos de los proyectos anunciados corren el riesgo de quedar parados, por
falta de recursos, recordemos que la nueva administración se ha comprometido a
no elevar la carga tributaria (al menos durante los cuatro primeros años).
El
equipo de AMLO prevé la continuidad del TLCAN y
en caso de su denuncia, la nueva administración pareciera apuntar a las
políticas de reactivación del mercado interno, la diversificación del destino
de las exportaciones y una nueva relación comercial con China (estas últimas se
tienen que materializar en políticas concretas), como elementos de un plan B.
Finalmente,
se debe señalar que el impulso al crecimiento se traducirá necesariamente en un
abrupto aumento de las importaciones, ante ello cabe preguntar por el tipo de
instrumentos que se emplearían para enfrentar tal escenario. La respuesta
requiere de un esfuerzo deliberado por sustituir importaciones en áreas
específicas, más allá del aumento de la inversión pública, interesa conocer
entre otras cosas ¿que se hará en materia de crédito productivo? ¿Qué papel
asumirá la banca de desarrollo? ¿Qué tipo de política cambiará se implementaría?
Considerando que los programas que fomentan procesos ITE
se han convertido probablemente en el principal instrumento que explica la
estructura importadora del aparato productivo y que ponen en desventaja al
empresario nacional, ¿Qué instrumentos específicos se utilizarán para apoyar a
los productores nacionales para hacerlos competitivos frente a las importaciones?
Como se desprende los retos en materia industrial son mayores, pero algunas
señales lanzadas por AMLO son esperanzadoras.
[1]
En 2009 la tasa de uso de la capacidad instalada de las 6 refinerías presentó
su máximo relativo con 85.4%, luego comenzó su descenso, la caída acumulada
hasta 2017 es de casi 30 puntos porcentuales (INEGI 2018).
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