Se debe decir
Juan Gracia
El triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) marca una fuerte reconfiguración de la correlación de fuerzas que se formaron desde el salinato. Las políticas que enarbolan la globalización neoliberal -que se caracteriza por una fuerte privatización de los recursos públicos- al parecer será remplazado por un nacionalismo neoliberal. Las expectativas de crecimiento del 4% anual que AMLO promete, serán bajo políticas económicas encadenadas al grillete neoliberal.
Para el presidente electo, la principal fuerza que impide el crecimiento de México es la corrupción que se genera desde los altos mandos de la función pública; corrupción que se come gran parte del excedente económico que va a manos del estado. ¿Es la corrupción el mecanismo principal por el cual la economía mexicana ha estado estancada por 30 años? ¿Acaso las políticas encaminadas a mantener a raya la inflación y de esta forma tener tasas de interés atractivas para los capitales especulativos -que generan distorsiones en los niveles macroeconómicos- no tiene impacto en el funcionamiento económico?
Si usted responde que es la corrupción el principal obstáculo para que México crezca económicamente, lamento decirle que usted probablemente sufra de una distorsión de lo subjetivo, llamado culto al líder.
No negaremos que el fenómeno social de la corrupción tiene un impacto sobre el funcionamiento de la economía y va más allá, también genera condiciones que gangrenan el tejido social. Un país que tolera altos índices de corrupción, es un país donde todo es permitido. AMLO ha sido muy claro: no se va a tolerar la corrupción durante su mandato. Se castigará fuertemente la corrupción; no importa si el que la cometió es gente cercana a él o su propia familia. Para acabar con este mal, el remedio principal es que él no será un corrupto y de este modo pondrá el ejemplo a todos los funcionarios públicos del país, desde los altos mandos hasta el burócrata de ventanilla. Si el líder es honesto, austero y moral, los subordinados tendrán que seguir el ejemplo. Obediencia y sumisión al líder.
Esta actitud me recuerda al presidencialismo mexicano de los 60’. No quiero decir que AMLO sea un arcaico priista, nada más alejado de la realidad. Lo que quiero dar a entender que su figura como político es vista en una gran parte de la población como un referente de moral nacional. Si AMLO decidió armar un gabinete donde la mayoría son gentes que operaron durante el zedillismo, no se discute, se acepta. Sí AMLO decidió ya no dar marcha atrás a la reforma energética, no se discute, se acepta. Si AMLO decidió no cancelar el megaproyecto del nuevo aeropuerto, no se discute, se acepta. Si alguien tilda al líder, ya sea desde una posición reaccionaria o crítica, no tarda en ser vapuleado y ser objeto de señalamientos como: derechairo, chayotero, priista ardido, peñaboot, etc. Se da un endiosamiento del hombre.
Estoy de acuerdo que AMLO tiene la misión difícil de resarcir al país que dejo en ruina el neoliberalismo salinista y que seis años no bastarán; pero también sé que la obediencia ciega, la actitud pasiva y acrítica en estos momentos de la historia del país no puede callar. Se debe decir que también los gobiernos de progresistas se corrompen; se debe decir que los empresarios ligados a grandes capitales no tienen “visión social”, su comportamiento está sometido a la lógica de la maximización de la ganancia; se debe decir que el megaproyecto del nuevo aeropuerto está causando problemas tanto sociales y ecológicos; se deben decir que no queremos un nacionalismo neoliberal; debemos decir que fueron las políticas económicas encaminadas a mantener los equilibrios macroeconómicos estables -o tantos eufemismos que se le han dado a las políticas implantadas por el FMI- las responsables del magro crecimiento económico del país y se debe gritar que parte de la gente que está en su gabinete las practica y adora; se debe decir que la corrupción es un mal congénito de las relaciones sociales de carácter capitalista y si desea abolir la corrupción, se debe abolir el mismo sistema capitalista.
El triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) marca una fuerte reconfiguración de la correlación de fuerzas que se formaron desde el salinato. Las políticas que enarbolan la globalización neoliberal -que se caracteriza por una fuerte privatización de los recursos públicos- al parecer será remplazado por un nacionalismo neoliberal. Las expectativas de crecimiento del 4% anual que AMLO promete, serán bajo políticas económicas encadenadas al grillete neoliberal.
Para el presidente electo, la principal fuerza que impide el crecimiento de México es la corrupción que se genera desde los altos mandos de la función pública; corrupción que se come gran parte del excedente económico que va a manos del estado. ¿Es la corrupción el mecanismo principal por el cual la economía mexicana ha estado estancada por 30 años? ¿Acaso las políticas encaminadas a mantener a raya la inflación y de esta forma tener tasas de interés atractivas para los capitales especulativos -que generan distorsiones en los niveles macroeconómicos- no tiene impacto en el funcionamiento económico?
Si usted responde que es la corrupción el principal obstáculo para que México crezca económicamente, lamento decirle que usted probablemente sufra de una distorsión de lo subjetivo, llamado culto al líder.
No negaremos que el fenómeno social de la corrupción tiene un impacto sobre el funcionamiento de la economía y va más allá, también genera condiciones que gangrenan el tejido social. Un país que tolera altos índices de corrupción, es un país donde todo es permitido. AMLO ha sido muy claro: no se va a tolerar la corrupción durante su mandato. Se castigará fuertemente la corrupción; no importa si el que la cometió es gente cercana a él o su propia familia. Para acabar con este mal, el remedio principal es que él no será un corrupto y de este modo pondrá el ejemplo a todos los funcionarios públicos del país, desde los altos mandos hasta el burócrata de ventanilla. Si el líder es honesto, austero y moral, los subordinados tendrán que seguir el ejemplo. Obediencia y sumisión al líder.
Esta actitud me recuerda al presidencialismo mexicano de los 60’. No quiero decir que AMLO sea un arcaico priista, nada más alejado de la realidad. Lo que quiero dar a entender que su figura como político es vista en una gran parte de la población como un referente de moral nacional. Si AMLO decidió armar un gabinete donde la mayoría son gentes que operaron durante el zedillismo, no se discute, se acepta. Sí AMLO decidió ya no dar marcha atrás a la reforma energética, no se discute, se acepta. Si AMLO decidió no cancelar el megaproyecto del nuevo aeropuerto, no se discute, se acepta. Si alguien tilda al líder, ya sea desde una posición reaccionaria o crítica, no tarda en ser vapuleado y ser objeto de señalamientos como: derechairo, chayotero, priista ardido, peñaboot, etc. Se da un endiosamiento del hombre.
Estoy de acuerdo que AMLO tiene la misión difícil de resarcir al país que dejo en ruina el neoliberalismo salinista y que seis años no bastarán; pero también sé que la obediencia ciega, la actitud pasiva y acrítica en estos momentos de la historia del país no puede callar. Se debe decir que también los gobiernos de progresistas se corrompen; se debe decir que los empresarios ligados a grandes capitales no tienen “visión social”, su comportamiento está sometido a la lógica de la maximización de la ganancia; se debe decir que el megaproyecto del nuevo aeropuerto está causando problemas tanto sociales y ecológicos; se deben decir que no queremos un nacionalismo neoliberal; debemos decir que fueron las políticas económicas encaminadas a mantener los equilibrios macroeconómicos estables -o tantos eufemismos que se le han dado a las políticas implantadas por el FMI- las responsables del magro crecimiento económico del país y se debe gritar que parte de la gente que está en su gabinete las practica y adora; se debe decir que la corrupción es un mal congénito de las relaciones sociales de carácter capitalista y si desea abolir la corrupción, se debe abolir el mismo sistema capitalista.
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