Al rescate del dólar, ¿y quién rescata los niveles de ingreso y empleo?
Samuel
Ortiz Velásquez
El año
2015 concluyó con un tipo de cambio peso-dólar estadounidense, que superó los
niveles de depreciación real de 2008-2009 (asociados a la crisis económica
internacional) y de 1998 (asociado a la crisis asiática), además, presentó
niveles de depreciación muy similares a los de la segunda mitad de 1995
(asociados a la crisis mexicana). Efectivamente, el tipo de cambio real del
peso mexicano con respecto al dólar, se depreció en un 25% en diciembre de 2015,
comparado con igual mes de 2013 (ver gráfico 1).
Diversos fenómenos de orden externo han contribuido al debilitamiento de la moneda mexicana con respecto al dólar: la caída de los precios internacionales del petróleo, asociada a un exceso de oferta mundial; el aumento en las tasas de interés en los Estados Unidos de América y la reducción en los ritmos de expansión de la Economía de China dentro de su denominada “nueva normalidad”. Todo lo cual ha generado una demanda especulativa de dólares en el mercado nacional y ha debilitado al peso mexicano.
Para
frenar el proceso de depreciación, el Banco Central primero recurrió a la
subasta de dólares y luego optó por detenerlas y elevar la tasa de interés de
referencia a 3.75, mientras la Secretaría de Hacienda efectuó un ajuste al
gasto para este año que equivale al 0.7 por ciento del PIB. Ambas medidas
tienen el propósito de salvaguardar la “estabilidad macroeconómica” en precios y
en déficit fiscal, aunque ello profundice el semi-estancamiento de la economía
mexicana, vía v.gr., el encarecimiento
del crédito destinado tanto a inversión como a consumo duradero; y la caída de
la de por si baja inversión pública en infraestructura. No obstante que tras
los anuncios, el peso ganó cierto terreno frente al dólar, lo cierto es que la
inestabilidad internacional continuará (entre otras cosas, por la reducción en
las expectativas de crecimiento en los Estados Unidos para 2016 y el riesgo de
un nuevo ajuste al alza en la tasa de interés de referencia por parte de la
Reserva Federal), por lo cual, seguramente el dólar rebasará nuevamente la
barrera de los 19 pesos.
La
apreciación internacional del dólar ha golpeado con particular fuerza al peso
mexicano, de hecho, de las economías emergentes, la moneda mexicana ha sido la tercera
más afectada, sólo después del rublo ruso y el peso colombiano (La Jornada 16.02.2016
dixit). ¿Por qué la economía mexicana
enfrenta dificultades para responder a los embates internacionales? En nuestra
opinión la respuesta se localiza en el proceso de liberalización económica y en
el abandono del estado de su participación en la esfera productiva, desde
mediados de la década de los ochenta. Tales aspectos han impactado adversamente
sobre la industria mexicana, en particular, porque han contribuido a la
emergencia de una inserción comercial débil, pues las industrias mexicanas son
crecientemente dependientes de importaciones de insumos y bienes de capital. Grosso modo, buena parte de la industria
mexicana (en particular el grupo selecto de manufacturas exportadoras) se
especializan en proceso de ensamble de partes y componentes importados, con
débil apropiación de valor agregado y débiles vínculos con el aparato
productivo nacional.
Tal
organización industrial ha contribuido al achicamiento de la industria mexicana
y la vuelve endeble a los vaivenes internacionales. Con ello, un dólar caro impacta
negativamente sobre el aparato productivo nacional, vía las importaciones.
Considerando la asociación negativa que se establece entre importaciones y tipo
de cambio real, algunas estimaciones apuntan a que por cada aumento en un uno
por ciento de las compras de insumos importados (y permitiendo que el tipo de
cambio varíe), se reduce en un 0.23 por ciento la inversión fija bruta en las
manufacturas mexicanas (Ortiz Velásquez 2015). Ello es relevante si se
considera que de un total de 240 tipos de industrias, 43 presentaron entre
2009-2014 una alta y creciente dependencia a los insumos importados, destacando
industrias de textiles, envases de cartón, pañales, fibras químicas, tintas
para impresión, llantas, maquinaria y equipo industrial, motores de gasolina,
autopartes, camiones/tracto-camiones, bicicletas. Mientras, 75 clases se
tipificaron como de baja pero creciente dependencia a las importaciones,
destacando manufacturas de alimentos como: harina de maíz, cereales,
panificación, galletas, café instantáneo, bebidas alcohólicas, cigarros, ropa,
calzado, madera, joyería; e industrias productoras típicas de bienes
intermedios.
Dado
el carácter tradicional de muchas de estas manufacturas altamente dependientes
de importaciones, iniciar con un proceso de sustitución de importaciones
prescindibles, sería una necesaria política gubernamental de rescate de la
economía real y de defensa de los niveles de ingreso y ocupación. En el mediano plazo, dotaría a la economía de
una mayor capacidad de respuesta contra los choques internacionales.
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