América Latina: escenario de las utopías de Gabo

CAROLINA HERNÁNDEZ CALVARIO 

La Jornada de Zacatecas, 25.04.2014. Uno de los temas más hablados en la semana fue la muerte del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Motivo por el cual México y Colombia captaron la atención de los medios. Estos dos países además de compartir la mayor parte de los años de vida del tan querido escritor, comparten la defensa del modelo económico neoliberal, a pesar de las tendencias de otros países en América Latina.
Parecen lejanos los años en lo que la esperanza de prosperidad económica y los avances en la democracia cobijaban a México y lo hacían atractivo para muchos intelectuales extranjeros. Hoy la expectativa de mejora económica y social se encuentra en otras latitudes con gobiernos progresistas, surgidos de movimientos sociales, que han iniciado cambios económicos y sociales que permiten generar una posibilidad real de superar los dañinos impactos sociales de una economía autorregulada como la que el neoliberalismo tiene de estandarte. Los países que trabajan en estas posibilidades pueden dividirse en dos grupos: 1) los que han avanzado en la reconfiguración de la hegemonía en los límites del capitalismo (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Nicaragua  y El Salvador) y 2) los que dicen seguir una vía no capitalista en el proceso de construcción de una nueva sociedad (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba).

En Brasil, el gobierno encabezado por Dilma Rousseff enfrenta con éxito la cadena de gobiernos neoliberales, que bajo los estatutos del Consenso de Washington se manejaban con las premisas de la apertura comercial, la mayor privatización, la desregulación económica, el achicamiento del Estado y la criminalización de los movimientos sociales. Viraje político que poco puede explicarse sin el ascenso de los movimientos sociales que adquirieron fuerza con el ex presidente Lula (“los sin tierra” y las huelgas obreras de final de los años setenta son un claro ejemplo) y que han fortalecido la estrategia de un desarrollo interno como directriz política.
En Argentina, la ventana al post-neoliberalismo también está abierta. Los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, se han manejado con un discurso de rechazo al modelo neoliberal, pese a la férrea oposición de sectores conservadores presentes en el país sudamericano. Nuevamente, la influencia del movimiento popular juega un papel importante en este gobierno; “los Piqueteros” y las Madres de Mayo representan una oleada de izquierda en pro de una democracia participativa que permiten la construcción de un nuevo Estado alejado de las prácticas neoliberales, que han luchado con éxito en contra de los monopolios del sector energético y los medios de comunicación; y qué decir de la soberanía retomada de su política monetaria con las reformas aplicadas al Banco Central de la República de Argentina.
Los casos de Bolivia, Venezuela y Ecuador más allá de ser denominados “el nuevo socialismo del siglo 21” representan un cambio estructural en la economía de cada uno de estos países, caracterizada por políticas de fortalecimiento del mercado interno sustentadas en la mayor generación del empleo formal, dando con ello un mayor peso al consumo interno y a una mejor distribución de la riqueza.
El trabajo en pro de un proyecto de nación en estos países recae en la recuperación de la soberanía política sobre los recursos naturales de estas naciones, basándose para ello en una reforma agraria integral que apoya al campo en la búsqueda de la autosuficiencia alimentaria, la universalización de los derechos a la salud, la educación, la cultura, la vivienda digna y el apoyo a la economía familiar en el sector rural. Medidas que le han permitido a los gobiernos de estos países ganar las elecciones de manera democrática.
El trabajo de transformación económica y política que se está dando en estos países latinoamericanos nos hace recordar los límites históricos de los sistemas económicos, del cual a fase neoliberal del sistema capitalista no escapa. Estos países están pasando a la historia por ser los iniciadores de un proceso de transformación en contra de un modelo que lleva más de tres décadas con numerosos ejemplos del fracaso. Qué pena que México y Colombia, países que tanto amó el querido Gabo no formen parte de esta nueva utopía latinoamericana, que pena que no crean que un mundo distinto es posible, que pena que tengan que ser nuestros afamados literatos y no nuestros representantes políticos los que reivindiquen el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender un proyecto distinto, “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” (Gabriel García Márquez, 1982).

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