2014 arranca entre la incertidumbre y la desconfianza

SAMUEL ORTIZ VELÁSQUEZ

La confianza de los consumidores en el futuro inmediato (los próximos doce meses) se desplomó un 15 por ciento en diciembre de 2013 con respecto a igual periodo de 2012, coincidentemente con el primer año de gobierno del PRI. Con cifras desestacionalizadas, se trata de su peor caída en 40 meses (INEGI dixit). La confianza de los consumidores es un indicador relevante que mide la percepción sobre la situación económica esperada de los hogares y del país. ¿Qué factores estarían explicando la fuerte contracción? La abrupta caída del indicador se da en un contexto de duros golpes a la clase trabajadora mexicana en un solo año, a continuación un recuento.
1.- La privatización (disfrazada de reforma) de PEMEX. No obstante la intensa campaña gubernamental que asegura que “con la reforma energética bajará el precio de la luz y el gas”, buena parte de los mexicanos ya no creen en las “bondades” de las privatizaciones. Pues se trata de los mismas promesas de las últimas tres décadas, por ejemplo en 1990 se decía algo similar para justificar la venta de TELMEX y 24 años después, la citada privatización no se ha reflejado ni en mejores tarifas ni en mejores servicios, muy al contrario, ha contribuido a la tremenda concentración del ingreso imperante en el país (su dueño, Carlos Slim es el segundo hombre más rico del mundo). Agreguemos, en contra del discurso oficial, los mexicanos recibieron el 2014 con nuevos aumentos a las tarifas eléctricas industriales; se afirma que en 2015 terminarán los “gasolinazos” mensuales pues “en ese año el combustible alcanzará su precio real” (Videgaray dixit), pero hoy la gasolina es más cara en México que en Estados Unidos (Galván Ochoa dixit).
2.- La reforma que privatiza PEMEX se aprobó casi a la par que la reforma fiscal e implica una serie de nuevos impuestos para 2014. Los aumentos de impuestos impactarán de forma directa sobre los precios. De hecho 2013 concluyó con una inflación general  anual de 3.97 por ciento (la más alta en tres años) y se espera que tenga otro aumento significativo en enero de 2014 de 0.83 por ciento, el cual sería “el segundo incremento mensual más alto para un mismo mes en los últimos 11 años” (Banamex dixit).
3.- Vinculado al punto anterior, la inflación anual esperada para 2014 podría superar el 4 por ciento, frente a ello, el salario mínimo nominal vigente a partir del 1 de enero de 2014, sufrió un incremento de apenas 3.9 por ciento (equivalente a un aumento de 2.46 pesos). Si se cumplen las expectativas, en 2014 el salario mínimo real acumularía 14 años consecutivos sin crecer. El punto es relevante, si se considera que durante el tercer trimestre de 2013, 28 millones 677 mil 68 trabajadores mexicanos (el 58 por ciento de la población ocupada), percibieron un ingreso que va de uno a tres salarios mínimos (INEGI dixit). Desde una perspectiva histórica, con el fuerte deterioro del salario mínimo real, en 2014 a los trabajadores mexicanos les alcanzará apenas para comprar una cuarta parte de los artículos que adquirirían con ese mismo salario en 1976. Es decir, el poder adquisitivo de los salarios se ha derrumbado en un 74 por ciento desde 1976.
4.- La violencia e inseguridad en el país van en aumento. Según la última Encuesta Nacional de Seguridad Urbana que levanta INEGI, en el último mes de 2013, siete de cada diez mexicanos mayores de 18 años manifestaron su temor a ser víctimas de la delincuencia en las ciudades.
En suma, la abrupta caída de la confianza de los consumidores, apunta a que la sociedad mexicana se muestra temerosa  en torno a su situación económica en 2014, ello en respuesta a diferentes procesos: la privatización de PEMEX (y sus profundas repercusiones socioeconómicas), los aumentos de impuestos, la escalada de precios de bienes y servicios básicos, la contracción del salario real, la mayor pobreza y un clima de creciente inseguridad. Lo anterior no se limita al último año, ha sido una constante en las últimas tres décadas de aplicación de políticas de corte neoliberal. Contrariamente a lo que se podría esperar, la sociedad mexicana no reacciona, se muestra desinteresada por asuntos de política y continua apoyando al régimen político, el cual, dicho sea de paso, muestra señales de caducidad (su contenido democrático es casi nulo, no respeta la voluntad ciudadana y se apoya cada vez más en la violencia estatal). La necesidad de un reordenamiento estructural es evidente, pero al parecer no existen actualmente las fuerzas sociales que impulsen ese cambio.

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