El museo no se MIDE
Alejandro Nadal
En 1932 Lionel Robbins, profesor en la London School of Economics,
publicó su Ensayo sobre la naturaleza y sentido de la ciencia
económica. Es un pequeño trabajo en el que Robbins presentó una definición
de la ciencia económica que lo convertiría en una celebridad. Advirtió que la
economía es la ciencia que estudia el comportamiento humano en su relación entre
fines dados y recursos escasos que tienen usos alternativos. Esta definición lo
hizo más famoso que sus mediocres aportaciones a la disciplina que tanto
admiraba.
La razón por la que la definición de Robbins tanto gustó en los medios y en
las universidades es que en ella la economía se parece más a la ingeniería. Con
esa definición todos los temas escabrosos y realmente apasionantes de la
economía son expulsados del campo de esta disciplina. En especial la cuestión
que David Ricardo a principios del siglo XIX consideraba el objeto central de la
disciplina, el de la distribución del ingreso entre las clases de la sociedad,
desaparece con la mencionada definición.
En el Museo Interactivo de Economía (MIDE) del Banco de México, una de los
primeras cosas que observa un visitante es precisamente la definición de Robbins
sobre la economía. Esto quizás explica por qué en todo el museo no hay un
espacio para el análisis de las variables de la distribución, salarios y
ganancias.
A principios del decenio de los años 30 del siglo pasado, la inestabilidad
del sistema capitalista estaba siendo cuestionada en los círculos académicos. La
crisis que había explotado en 1929 en Estados Unidos se extendía inexorablemente
por todo el mundo. La legitimidad del capitalismo aparecía como algo que podía y
debía ser cuestionado. En ese contexto, la definición de Robbins debe ser vista
como una defensa del discurso económico, convertido ahora en una rama de la
ingeniería. El enemigo aquí era sin duda Keynes y sus predecesores. Se abría así
la puerta a desarrollar un discurso que más que analizar el capital se limitara
a continuar haciendo su apología.
El MIDE se anuncia como un esfuerzo educativo, pero en realidad es más un
proyecto de propaganda que presenta a la economía como un conjunto de objetos
físicos en lugar de hablar de relaciones sociales. Por eso en el museo no hay
sitio para el análisis de la crisis (otra palabra maldita que no tiene cabida en
el MIDE). Hoy que la economía global atraviesa el quinto año de una crisis
monumental que se convertirá en la catástrofe en la historia del capitalismo, el
MIDE no puede hablar de la crisis.
En vista de la inestabilidad intrínseca del capitalismo y de su propensión a
sufrir crisis crónicas, ya podría muy bien el MIDE dedicar una sala completa (y
permanente) a este tema. En esa sala se podría presentar a los visitantes un
análisis serio sobre los orígenes, la naturaleza y los alcances de la crisis global. De paso, podría mencionarse que
la teoría económica dominante no fue capaz de prevenir la crisis, ni de ofrecer
una respuesta de política para enfrentarla.
El recorrido del museo comienza con una sala sobre el desarrollo sustentable
en la que se habla más de tecnología que de economía. Así aparecen los temas de
las energías renovables y la necesidad de aumentar el reciclaje y el uso
racional de los recursos naturales. En el portal de Internet sobre esta sala lo
único que se presenta es la lista de materiales utilizados en la construcción de
este recinto. Pero en el contenido de esa sala no hay lugar para un análisis de
las fuerzas económicas que están detrás de la destrucción ambiental y de la
profunda desigualdad que hoy recorre el mundo.
Otro de los defectos importantes del MIDE está en la ausencia de cualquier
reflexión histórica significativa sobre los orígenes del capitalismo. A los
estudiantes que recorren sus salas no se les dice que el capitalismo es una
forma históricamente determinada de organizar la producción, la repartición y el
consumo. En cambio, en el MIDE parece transmitirse la impresión de que el
capitalismo es tan natural como el agua de lluvia. Y con esa idea no sólo se
transmite la noción de que sólo terminará cuando se acabe el mundo; lo más grave
es que también se comunica la idea de que no se puede criticar el capitalismo:
siempre estuvo ahí y siempre estará con nosotros. Lo que no tiene génesis, no
tiene fin.
El Museo Interactivo de Economía ignora todo sobre los principales problemas
económicos del planeta. Ni la concentración de poder económico, ni las
gigantescas asimetrías que marcan la economía global y mantienen un sistema
monetario internacional enfermo. Ni la bomba de la deuda de los países pobres,
ni la expansión y poderío del sector financiero que hoy domina la economía
mundial. Nada de eso es considerado en el MIDE.
Quizás lo más vivo en el MIDE está en la energía de los jóvenes voluntarios
que con entusiasmo y gran voluntad se entregan al trabajo cotidiano de recibir a
los visitantes. Ojalá los diseñadores del MIDE estuvieran a su altura.
"El MIDE se anuncia como un esfuerzo educativo, pero en realidad es más un proyecto de propaganda que presenta a la economía como un conjunto de objetos físicos en lugar de hablar de relaciones sociales. Por eso en el museo no hay sitio para el análisis de la crisis (otra palabra maldita que no tiene cabida en el MIDE). Hoy que la economía global atraviesa el quinto año de una crisis monumental que se convertirá en la catástrofe en la historia del capitalismo, el MIDE no puede hablar de la crisis".
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