Perspectivas de la economía mexicana ante la renegociación del TLCAN y el plan fiscal en Estados Unidos
Samuel
Ortiz Velásquez
En
las líneas siguientes se presentan algunas implicaciones que tendría para la economía mexicana la reciente aprobación del plan fiscal en Estados Unidos (EEUU) que entrará en vigor en 2018 y la probable cancelación -o renegociación en condiciones favorables
para Estados Unidos- del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN).
La
administración Trump ha planteado tres propuestas que han empantanado las
negociaciones del TLCAN: i) reducción del déficit comercial que EEUU tiene con
México, mediante una actualización de las reglas de origen; ii) elevar el
contenido estadounidense en la industria automotriz; iii) incorporar una
cláusula de caducidad mediante la cual el acuerdo se renegociaría cada cinco
años.
Concentraremos
la atención en los primeros dos puntos. El déficit comercial de Estados Unidos
se ha multiplicado por más de cuatro veces desde 1995, hasta alcanzar los
736,794 millones de dólares en 2016. Pero el déficit con México ha sido
relativamente bajo y con una tendencia a la caída, por ejemplo, en 2016
representó el 8.7 por ciento total, 1.4 puntos porcentuales menos con respecto
a 1995. Al tiempo que el déficit con China creció abruptamente y representó en
2016 más del 47 por ciento del total. Es decir, es China y no México la
responsable del abultado y creciente déficit comercial estadounidense.
La
cadena de valor autopartes-automotriz (CAA) ha sido por mucho la principal ganadora
del TLCAN y ha resultado profundamente trastocada por la presencia de China (véase Ortiz Velásquez
2017),[ii] entre otras cosas hasta
2016: i) uno de cada tres dólares del comercio intra TLCAN tuvo como origen a
la CAA; ii) más del 50 por ciento del comercio de la CAA que realiza el TLCAN
es regional, pero desde 1994 la participación relativa de Estados Unidos ha
fluctuado en torno al 24 por ciento, al tiempo que la de México se elevó en más
de ocho puntos porcentuales hasta representar en 2016 el 12.5 por ciento; iii)
Desde 2015 China desplaza a Canadá como el tercer socio en importancia para el
TLCAN en la CAA.
Considerando
la relevancia comercial de la CAA y en específico para México y China, el
gobierno estadounidense ha planteado elevar de 62.5 por ciento a 85 por ciento
el contenido regional en tal industria, con 50 por ciento de contenido estadounidense.
La propuesta es polémica y busca estimular que las actividades
de manufactura de México y China regresen a los Estados Unidos. Las automotrices
americanas han manifestado que con tal medida solo se elevarán los costos de
producción y se reducirá su competitividad internacional. Tal conjetura se debe
tomar con cierta cautela por dos razones.
1.-
En los hechos, el comercio regional de la industria automotriz ya opera con un
muy elevado valor agregado estadounidense. Algunas estimaciones apuntan a que la
participación relativa del valor agregado doméstico en la producción final de
automóviles en Estados Unidos es del 77 por ciento, al tiempo que el valor agregado
regional (de Canadá y México) es de apenas 5 por ciento (Timmer, et.al. 2015). [iii]
2.-La
reforma fiscal en EEUU reduce el impuesto sobre la renta (ISR) corporativo de
35 a 21 por ciento y con ello puede empujar una repatriación de capitales de México a
los EEUU, dado que el ISR corporativo vigente en México es del 30 por ciento.
Recordemos
que en un escenario de cancelación “suave” del TLCAN (Krugman dixit), el arancel efectivo recaudado
por los Estados Unidos proveniente de México se elevaría de 0.07 a 3.29 por ciento, y ello
afectaría fundamentalmente a las armadoras americanas, pues apenas siete productos
de la CAA absorberían en EEUU más del 50% del incremento arancelario, todo lo cual
impactaría negativamente sobre sus costos de producción, restándoles
competitividad internacional. Pero dicho efecto negativo se podría ver
contrarrestado en parte por el plan fiscal, pues podría contribuir a compensar
los mayores costes laborales que traería consigo la cancelación o renegociación
del TLCAN vía la reducción de la tasa impositiva. Habría que preguntarnos si el
plan fiscal sería suficiente para reactivar el empleo industrial en los Estados
Unidos. Al respecto nos limitamos a recordar que la competitividad es sistémica
y va más allá de los costes laborales y los impuestos. BBVA Research apunta a
que aún con el plan fiscal (y sin considerar la posible cancelación del TLCAN),
México seguiría siendo más competitivo en manufacturas, si se consideran otros
determinantes de la competitividad: los muy altos costos de compensación
laboral en EEUU; la acelerada depreciación del peso mexicano frente al dólar; los
impuestos estatales en el vecino país que fluctúan en torno al 3 y 12 por
ciento.[iv]
Consideramos
que, en ausencia de cambios de fondo en México, un escenario que combine la cancelación
del TLCAN y el plan fiscal estadounidense sin lugar a dudas surtirá efectos negativos
en la economía nacional -dada su alta dependencia a los mercados internacionales-, por diferentes mecanismos. El primero, vía una menor
recaudación pues las empresas americanas con operaciones en México bien pueden
cambiar su domicilio fiscal a los EEUU. El segundo, vía una muy probable
reducción de los flujos de IED estadounidense a México particularmente en la
CAA la más dinámica de la industria mexicana. El tercero, vía un menor dinamismo
de las exportaciones manufactureras a los Estados Unidos. Los fenómenos
globales descritos también pueden profundizar la depreciación del peso mexicano frente al dólar -entre noviembre de 2013 y noviembre de 2017 el peso mexicano acumula una depreciación real frente al dólar de 31 por ciento-, que podría contrarrestar en parte una eventual caída de las
exportaciones mexicanas a los EEUU, pues contribuiría a mejorar la competitividad
de las industrias mexicanas exportadoras al compensar la reducción
impositiva en Estados Unidos.
En
nuestra opinión, los efectos de una posible cancelación del TLCAN y el plan
fiscal de Trump no tendrían que ser “catastróficos” para México, pero ello exige un
cambio en la pauta de desarrollo. Esto significa ir más allá de las medidas remediales
que hoy se discuten como: i) la reducción del ISR corporativo en México, una medida
inviable, dada la muy baja tasa de recaudación con respecto al PIB de México en
comparación con los países de la OCDE; ii) la diversificación comercial mediante
el aprovechamiento de los 12 Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados con 46
países, la reactivación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y un
posible TLC con la Unión Europea, en breve, la diversificación no ocurrirá en automático,
sin un periodo de preparación de las industrias para su incursión en otros
mercados, pues hasta hoy la industria de exportación opera en lo fundamental
para el mercado estadounidense; ii) la apreciación del tipo de cambio y sus
efectos sobre la competitividad de las exportaciones mexicanas discutido líneas
arriba, etc.
Una
estrategia de reactivación del crecimiento en el corto plazo debe ser integral y debe partir de reconocer que
la industria mexicana no es exclusivamente la CAA, pues junto a ella,
coexiste un universo de industrias orientadas al mercado nacional y que han
permanecido al margen de la política macroeconómica, industrial y comercial funcional
a la estrategia de liberalización y al TLCAN. Al respecto un rasgo que ha
tipificado a tales industrias es su muy alto margen de capacidades ociosas que
ha fluctuado en entorno al 20 por ciento (para un examen detallado
de la organización industria de tales industrias véase Ortiz Velásquez 2017).
Siguiendo muy de cerca un trabajo reciente de Julio López (2016)[v], una estrategia de crecimiento de corto plazo apuntaría a generar las condiciones para poner a trabajar dichas capacidades ociosas. Según nuestro autor, ello sería posible si el aumento en el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada se acompaña de un impulso a la demanda agregada, a través de: i) un aumento del gasto de gobierno productivo y redistributivo que pasa por la reactivación del crédito productivo y la inversión estatal o privado-estatal en industrias generadoras de empleo y de fuertes encadenamientos (v.gr., la industria del cuero-calzado y la industria petrolera),[vi] así como por el apoyo selecto a productores nacionales con el objetivo de sustituir importaciones prescindibles y ello en agudo cuestionamiento a los programas vigentes que fomentan importaciones temporales; ii) la elevación del consumo de la clase trabajadora vía el aumento del empleo formal que traería consigo el aumento en el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada y el necesario incremento al salario mínimo; iii) apoyos para que las industrias con vocación exportadora incursionen en terceros mercados, el ítem uno, junto a la implementación de esquemas de devaluación compensada del tipo de cambio, pueden contribuir a que tal estrategia no genere fuertes desequilibrios externos. Las medidas propuestas tendrían un impacto favorable sobre la rentabilidad y por intermedio de ella sobre la inversión, sentando las bases para una estrategia de crecimiento de largo plazo.
Siguiendo muy de cerca un trabajo reciente de Julio López (2016)[v], una estrategia de crecimiento de corto plazo apuntaría a generar las condiciones para poner a trabajar dichas capacidades ociosas. Según nuestro autor, ello sería posible si el aumento en el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada se acompaña de un impulso a la demanda agregada, a través de: i) un aumento del gasto de gobierno productivo y redistributivo que pasa por la reactivación del crédito productivo y la inversión estatal o privado-estatal en industrias generadoras de empleo y de fuertes encadenamientos (v.gr., la industria del cuero-calzado y la industria petrolera),[vi] así como por el apoyo selecto a productores nacionales con el objetivo de sustituir importaciones prescindibles y ello en agudo cuestionamiento a los programas vigentes que fomentan importaciones temporales; ii) la elevación del consumo de la clase trabajadora vía el aumento del empleo formal que traería consigo el aumento en el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada y el necesario incremento al salario mínimo; iii) apoyos para que las industrias con vocación exportadora incursionen en terceros mercados, el ítem uno, junto a la implementación de esquemas de devaluación compensada del tipo de cambio, pueden contribuir a que tal estrategia no genere fuertes desequilibrios externos. Las medidas propuestas tendrían un impacto favorable sobre la rentabilidad y por intermedio de ella sobre la inversión, sentando las bases para una estrategia de crecimiento de largo plazo.
Sorprendentemente
ningún precandidato a la Presidencia tiene una propuesta clara de reactivación
del crecimiento ante el entorno local e internacional adverso.
[ii]
Ortiz Velásquez, Samuel. 2017. “La relación comercial triangular de México con
Estados Unidos y China en el siglo XXI: efectos en la integración local del
aparato productivo mexicano”. Economía
Informa (Facultad de Economía de la UNAM) 407 (noviembre-diciembre), pp.
18-39.
[iii] Timmer, Marcel P., Erik
Dietzenbacher, Bart Los, Robert Stehrer, and Gaaitzen J. 2015. “An Illustrated
User Guide to the World Input–Output Database: the Case of Global Automotive
Production”. Review of
International Economics, pp. 1-31.
[iv]
Serrano, Carlos, Javier Amador, Iván Martínez, Arnulfo Rodríguez y Saidé
Salazar. 2017. Análisis macroeconómico.
La reducción del impuesto corporativo en EE.UU. no revertiría la mayor
competitividad manufacturera de México. BBVA Research, México, noviembre
21.
[v]
López Gallardo, Julio. 2016. Tiempo de
cambios. Las tres últimas décadas de la economía mexicana. Facultad de
Economía de la UNAM, México.
[vi]
Según la matriz insumo-producto de México 2013 un incremento del 10% en el
consumo privado en la rama del calzado genera más de 12 mil empleos directos e
indirectos, mientras que, en el mismo escenario, la generación de empleo en la
rama automotriz sería de apenas 8 mil puestos de trabajo y en la rama de computadoras
de apenas mil 800 puestos de trabajo.
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