Estados Unidos ha definido sus objetivos en la renegociación del TLCAN ¿Y México?
Samuel
Ortiz Velásquez
La
Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR
por sus siglas en inglés) dio a conocer los objetivos que estarán presentes en
la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
que iniciará en agosto de 2017. El documento es el resultado de las consultas y
audiencias públicas iniciadas en mayo del presente año.[1]
Del
listado de objetivos,
el más relevante apunta a mejorar el balance comercial de Estados Unidos (EEUU),
mediante la reducción del déficit comercial con México y Canadá, ello está vinculado
con la preocupación de la administración Trump por reactivar el empleo
industrial. Para hacer frente a tal objetivo, no se hace referencia a medidas
arancelarias, pero sí a un conjunto de temas que pudieran tener implicaciones
negativas para la Inversión Extranjera Directa (IED)
y el comercio regional de México concretamente en la industria automotriz-autopartes,
así como en el comercio regional con China (aunque en el documento no se hace
referencia a China). Al respecto destacamos los siguientes objetivos:
i) Actualizar y reforzar las reglas de origen
para: a) asegurar que los beneficios del tratado se dirijan a productos
genuinamente elaborados en el territorio TLCAN;
b) evitar la evasión de los aranceles y combatir delitos aduaneros.
ii) Preservar
la capacidad de EEUU para hacer cumplir
rigurosamente sus leyes comerciales, incluidos los derechos antidumping, derechos compensatorios y
salvaguardar las leyes. Para ello se propone entre otras cosas:
a. La
eliminación del capítulo 19 del TLCAN
referente a mecanismo de controversias en materia de antidumping y cuotas compensatorias, mediante el cual un productor
o un exportador de cualquiera de las tres partes, que sea afectado por una
resolución que impone cuotas antidumping o compensatorias por haber incurrido
en una práctica desleal, puede acudir a tribunales internacionales.
b. Eliminar
la exclusión de las salvaguardias globales del TLCAN para
que no restrinja la capacidad de los EEUU
de aplicar medidas en investigaciones futuras.[2]
iii) Reforzar
las obligaciones de los socios en cuestiones laborales y medioambientales.
iv) La
necesidad de crear un mecanismo para evitar la manipulación cambiaria para
impedir un ajuste efectivo de la balanza de pagos u obtener una ventaja
competitiva injusta.
Para comprender tales objetivos, es importante recordar que EEUU ha elevado sustancialmente su déficit comercial, el cual se situó en más de 737,000 mdd en 2016, ello representó un crecimiento acumulado de casi 400 por ciento con respecto a 1994 (ver gráfico 1). La principal causante del déficit comercial ha sido China, de hecho, a pesar de que el déficit comercial de EEUU con la región TLCAN se duplico desde la segunda mitad de la década de los noventa (pasando de 40,124 mdd en 1996 a 75,312 mdd en 2016), su participación relativa se ha reducido de 24% en 1996 a 10.22% en 2016. En el mismo lapso, la participación relativa de China pasó de menos del 20% en 1994 a más del 47% en 2016.
Con
ello, al incluir entre los objetivos de la renegociación el endurecimiento de
las reglas de origen, el fortalecimiento de la capacidad de EEUU
para hacer cumplir rigurosamente sus leyes comerciales y la creación de
mecanismos para evitar la manipulación cambiaria, da la impresión que EEUU
busca indirectamente poner un freno a las crecientes importaciones chinas (particularmente
de electrónica y autopartes), que se “cuelan” al mercado estadounidense de
forma directa y de forma indirecta vía el alto y creciente contenido chino en
la producción para la exportación de mercancías que se ensamblan en
México.
La
administración Trump tiene bien definidos sus objetivos, ante tal escenario, destaca la pasividad de la contraparte mexicana, más allá de la preocupación por “la
insistencia reiterada (de EEUU)
sobre este tema de los déficits comerciales” (Ildefonso Guajardo dixit), no se han hecho públicos los
objetivos del gobierno mexicano en la renegociación del TLCAN
y ello no sorprende, considerando que en términos generales se carece de una
evaluación pública del tratado.
La
propaganda oficial mexicana señala que el TLCAN
amplificó el comercio regional, poniendo como ejemplo la notable expansión de las
exportaciones mexicanas de autopartes, automotriz y electrónica al mercado
estadounidense. Efectivamente, en múltiples estudios se ha señalado que el TLCAN permitió
el desarrollo y fortalecimiento de cadenas productivas globales, vía el
crecimiento del comercio y de las inversiones en industrias específicas, particularmente
en la manufactura de autopartes-automotriz, hilo-textil-confección y la
electrónica. Pero el TLCAN dejó al margen
del proceso a la agricultura y al grueso de industrias orientadas al mercado
nacional, con ello ha contribuido a
amplificar la brecha de desarrollo que separa a México de los Estados Unidos. Por
otra parte, se ha sobredimensionado el papel de la industria automotriz que
opera en México, pues un rasgo que ha tipificado a las exportaciones mexicanas
es su bajo contenido nacional, reflejado en su muy limitado efecto de arrastre
sobre el aparato productivo nacional, el cual contrasta con otras industrias
orientadas al mercado nacional, que han sufrido por la abrupta presencia de
importaciones, pero que generan fuertes encadenamientos internos, por ejemplo,
la industria del calzado.
Considerando
estos aspectos, al parecer los negociadores mexicanos se terminarán
subordinando a los intereses de sus contrapartes en Estados Unidos. A los
negociadores mexicanos les preocupa que la reducción del déficit comercial
estadounidense pasa necesariamente por una reducción de las exportaciones mexicanas y de
la IED particularmente en la industria automotriz,
la principal ganadora del TLCAN.
Al respecto, como se ha argumentado, la economía mexicana no es la industria
automotriz, lo que es malo para una industria en particular no tiene
necesariamente que ser malo para el resto del aparato productivo nacional. En
éste contexto, una respuesta progresista desde el gobierno mexicano debiera
comenzar por modificar sustancialmente la política económica vigente, lo cual jugaría en contra del TLCAN. Pero, ¿Cuál es el
temor? ¿Acaso no se ha verificado que los periodos de relativa autonomía
económica pueden ser benéficos para generar condiciones para el desarrollo
industrial?
La
respuesta desde México debiera enfocarse en la implementación de políticas
industriales activas que pongan el acento en las industrias generadoras de
empleo y encadenamientos; la reactivación de la inversión en infraestructura,
el mejoramiento de las condiciones de acceso al crédito productivo, la reactivación
del mercado interno (vía v.gr., el aumento del salario real), la implementación
de una política cambiaria coherente con una estrategia de crecimiento, entre
otras. Está claro que éste no es el objetivo de la administración actual.
[1]
Documento disponible en: https://ustr.gov/sites/default/files/files/Press/Releases/NAFTAObjectives.pdf
[2]
“Una salvaguardia bilateral y global consiste en que, durante el periodo de
transición, si el aumento en las importaciones provenientes de otro país
miembro del TLCAN causa o amenaza causar daño serio a una industria nacional,
un país signatario del tratado podrá adoptar medidas de emergencia que
suspendan temporalmente las tasas arancelarias acordadas o bien, restablecer la
tasa anterior a la entrada en vigor del TLCAN” (El Economista, 18 de 2017).
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