A veinte años del TLCAN

SAMUEL ORTIZ VELÁSQUEZ

El Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) entró en vigor el 1 de enero de 1994. En 20 años las exportaciones de México crecieron cuatro veces más rápido que el PIB y el empleo. ¿Por qué la dinámica de las exportaciones no ha detonado el crecimiento económico en el marco del TLCAN? En las líneas siguientes ofrecemos algunas explicaciones.
Más que integración, desde el año 2000 se asiste a un verdadero proceso de desintegración comercial particularmente con Estados Unidos. Entre 1993-2000 el comercio exterior con Estados Unidos crece a una tasa de 17.7 por ciento y a partir de 2000 reduce su crecimiento a menos de una cuarta parte. Ello se ha reflejado en el abrupto descenso de la participación de Estados Unidos en el comercio exterior mexicano de 82 por ciento en 2000 a 65 por ciento en 2013. Entretanto China tras su ingreso a la Organización Mundial del Comercio OMC (en 2001), se convirtió en el “huésped no invitado del TLCAN” pues aumentó su participación en 53 actividades industriales, tanto del lado mexicano como estadunidense y se ha convertido en una amenaza para las manufacturas mexicanas en el mercado nacional y en el de Estados Unidos (Dussel Peters y Gallagher dixit).
Por otro lado, la estructura manufacturera comercial con Estados Unidos lejos de diversificarse con el TLCAN, se ha mantenido muy concentrada. En efecto, sólo los capítulos de electrónica, automotriz y autopartes, han concentrado más del 70 por ciento de las exportaciones manufactureras y el 50 por ciento de las importaciones desde 2000 (Monitor de la Manufactura Mexicana 2013). Los tres capítulos manufactureros exportadores presentan muy bajos grados de vinculación con proveedores locales y una alta dependencia de insumos importados, por lo que han contribuido a la desarticulación de las cadenas productivas nacionales. Ello se explica en buena medida porque están fuertemente vinculados a procesos temporales de importación, los cuales generan fuertes incentivos fiscales para la importación de insumos y su posterior reexportación (Dussel Peters dixit). La apreciación real del tipo de cambio (de más de 34 puntos porcentuales desde 1995), ha sido otro incentivo que ha permitido elevar las importaciones impactando adversamente sobre el aparato productivo nacional.

La débil integración local de las actividades más dinámicas se puede apreciar en la evolución de algunos indicadores. La participación del empleo formal generado en la manufactura mexicana ha caído 9.5 puntos porcentuales desde 2000 y ha significado una pérdida de 277 mil 129 empleos. El PIB manufacturero ha reducido su participación en el PIB total de 20 a 17 por ciento en igual periodo. En contrapartida, ha crecido el empleo informal, la pobreza y la exclusión social.
En suma, a veinte años del TLCAN se asiste a un verdadero proceso de integración transnacional y desintegración nacional. Pues un puñado de capítulos ha logrado integrarse exitosamente a la dinámica global, pero dada su estructura importadora neta, ha sido a costa de una débil integración nacional. Lo anterior se ha acentuado entre otras cosas por la apreciación real del peso mexicano desde 1995 y la irrupción de China en el escenario mundial desde 2001.

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