Las instituciones y la difusión del pensamiento económico dominante

SAMUEL ORTIZ VELASQUEZ/CAROLINA HERNÁNDEZ CALVARIO

Recientemente INEGI difundió los resultados de la productividad total de los factores (PTF) para México obtenidos a partir del proyecto LA KLEMS (Latinoamérica, Capital, Trabajo, Energía, Materiales y Servicios). El proyecto fue coordinado por CEPAL con base en la experiencia europea y participaron ocho países de la región: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, Venezuela y México. El objetivo es analizar desde una perspectiva comparativa internacional “el crecimiento económico, la productividad, la acumulación de factores y el cambio tecnológico” (INEGI dixit). Partiendo de la teoría neoclásica, la PTF se define como la relación entre el volumen de la producción y la contribución combinada de cinco factores: capital, trabajo, energía (eléctrica, combustibles y lubricantes), materias primas y servicios (publicidad y telefonía).

De los diversos resultados presentados destacamos uno: la producción de la manufactura mexicana creció a una tasa promedio de 4.3 por ciento durante 1991-2011. Las materias primas explicaron el 59.2 por ciento del crecimiento del producto manufacturero (con una tasa de crecimiento de 2.54 por ciento); el capital y los servicios contribuyeron con un 19.4 por ciento respectivamente (reflejado en una tasa de crecimiento de 0.83 por ciento cada uno), mientras, los “servicios laborales” contribuyeron al crecimiento de la manufactura con un 2.2 por ciento (reflejado en una tasa de crecimiento de apenas 0.09 por ciento).
La visión neoclásica que sustenta el proyecto LA KLEMS, parte de un conjunto de supuestos oníricos que han sido muy exitosos en penetrar las ideas que se suelen manejar sobre el modo de funcionamiento de la economía, trastocando en la conciencia social y distorsionando la realidad. Al respecto, queremos subrayar un supuesto de base de la teoría neoclásica y sus implicaciones: “el rechazo de los conflictos y por lo tanto la presencia de una visión armónica de la realidad social”.
En efecto, la PTF parte del modelo neoclásico de Solow (1957) y como tal, rechaza el fenómeno del excedente económico, desaparece la categoría explotación y los conflictos de clase. Emerge en su lugar una visión en la cual se localizan diversos factores de la producción (capital, trabajo, materias primas, etc.) y no clases sociales; tales factores son complementarios y su combinación responde a aspectos tecnológicos y de precios relativos; cada factor recibe una remuneración que refleja su contribución al proceso productivo, con ello, si el trabajo explica el 2 por ciento del crecimiento del producto manufacturero, la distribución que se determina técnicamente otorgará muy bajas remuneraciones al citado factor (que no clase social).
Así, el trabajo y su productividad son puestos al mismo nivel de distintas “cosas materiales” y sus relaciones técnicas: capital, materias primas, etc. Pues se sostiene que el sempiterno “capital” es un medio de producción que se valoriza. Pero se olvida que esta propiedad de “valorización” no radica en la materialidad del medio de producción per se, sino en su uso en el marco de una determinada relación social de producción. Es esta relación social subyacente y no otro factor, lo que transforma a la “cosa material” en un bien capaz de engendrar una ganancia para el capital.
De lo anterior concluimos que resulta absurdo y estéril calcular y utilizar la PTF neoclásica, pues parte de una teoría que oculta la realidad. Más que un instrumento para el análisis económico, la PTF reportada para México por parte de INEGI se convierte en un instrumento de propaganda y de alienación que busca embellecer/legitimar los temas que pudieran ser políticamente peligrosos, como el fenómeno de la explotación y el conflicto de clases asociado.

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