Las razones de Argentina

Andrés Pizarro
Roberto Pizarro



El histerismo ha alcanzado niveles sorprendentes. Los caballeros se han convertido en perros rabiosos. Han saltado al cuello de la Presidenta Fernández. No es sólo España. Ni Rajoy, ni el rey cazador de elefantes. Es el capital en general, el capitalismo global, la banca, Wall Street, los que no aceptan que se ponga límites al libertinaje en los negocios, a la especulación con los commodities, aún cuando éstos vulneren el desarrollo de los países dónde operan. Han afilado garras y dientes para desafiar el derecho soberano de Argentina a utilizar el petróleo para beneficio de sus habitantes y su proyecto de reindustrialización. Los intereses en juego trascienden España. El interés de los negocios globales se enfrenta al interés nacional. Es el gran dilema, y no sólo se refiere a Argentina sino a América Latina. 



Ello explica que el gobierno español realice declaraciones destempladas contra la expropiación del 51% de YPF. No es sólo la protección de la empresa Repsol sino también de la mexicana Pemex, de las norteamericanas JP Morgan, Merryl Linch y el Bank of America, así como de Barclay y de otros inversionistas ingleses. Todas ellas propietarias del paquete accionario de YPF. Es que el Presidente Rajoy se ha puesto al frente de todos los inversionistas que maximizan ganancias a nivel global. Pero ello en Argentina entra en contradicción con el camino de reindustrialización impulsado por el gobierno peronista, que además se ha comprometido asegurar la producción de petróleo y gas para los habitantes de su país. Y este es el centro de la cuestión.  No otra. Ni las mentadas “señales”, ni el inicio de una ola de estatizaciones, ni la supuesta debilidad de la macroeconomía. El caso de YPF es paradigmático de la incapacidad del actual modelo de globalización para encontrar coincidencias con los intereses del desarrollo de los países emergentes, y en especial con los productores de recursos naturales.



El proyecto de ley que se propone expropiar el 51% de YPF coloca en sintonía a la industria de los hidrocarburos con la estrategia de desarrollo nacional. La persistencia del elevado crecimiento, la reindustrialización y una energía de bajo costo para la población resultaba imposible con el accionar que venían desarrollando los ejecutivos españoles de Repsol. En efecto,  como consecuencia del comportamiento de YPF (y a pesar de reiteradas advertencias gubernamentales) en 2011, por primera vez en 17 años, Argentina tuvo que importar más hidrocarburos de los que exportó. La divergencia de intereses entre la empresa transnacional y el gobierno argentino se hizo manifiesta.



Bajo el gobierno de Menem, la empresa estatal YPF, fue transformada en sociedad anónima y en 1999 Repsol, empresa privada española, adquirió la mayoría del paquete accionario, ejerciendo su control desde entonces. El déficit de hidrocarburos se explica por la estrategia predatoria del recurso, ya que la empresa optó por reducir el nivel de inversión necesario para que la explotación mantuviera su nivel de sustentabilidad. Además, también ha quedado en evidencia los manifiestos pasivos ambientales creados por la empresa, sobre lo cual hay mucho paño que cortar todavía.



El déficit de hidrocarburos y el comportamiento predatorio de Repsol constituyen un ataque directo a la estrategia de reindustrialización argentina. Desde que los españoles controlan YPF la producción de petróleo y gas se redujeron sustancialmente: desde el 42% de la producción nacional de petróleo en 1999 al 34% actualmente; mientras que en la gasífera pasa del 35% al 23%. Por otra parte, las reservas de YPF han bajado más del 50%, lo que revela que no se ha realizado esfuerzo alguno de exploración, en claro  desacato de sus obligaciones bajo los contratos de concesión que le permiten explotar los yacimientos. De hecho, este año, cuatro gobiernos provinciales (Chubut, Mendoza, Salta y Santa Cruz), le han quitado las concesiones de varios yacimientos a la YPF por incumplimiento de contratos, en particular por la sub-producción.



Sin embargo, curiosamente la reducción en la producción y reservas no afectaron los ganancias de la empresa. Las ventas de YPF pasaron de US$ 5.837 millones en 2003 a US$ 12.425 millones anuales en 2011, mientras sus utilidades que promediaron US$ 858 millones anuales en el periodo 1997-2002, pasaron a US$ 1.434 millones anuales en el mismo periodo. Ello arroja rentabilidades de retorno sobre patrimonio neto y retorno sobre activos con crecimiento espectacular: promedios anuales entre 1997 y 2002 de 11,5% y 9,8% respectivamente, mientras que entre 2003 y 2011, estos indicadores son 21,6% y 19,9% respectivamente. Estas rentabilidades son manifiestamente superiores a las de Repsol en el resto del mundo (10% y 6%, respectivamente). A todas luces, YPF era la joya de la corona de Repsol.



En consecuencia, Repsol, y sus socios globales, se ha enriquecido gracias a las ganancias extraordinarias obtenidas en Argentina. Pero lo han hecho como consecuencia de una política de maximización de utilidades a nivel global, que ha entrado en colisión con los objetivos de sostenibilidad, de autoabastecimiento y de desarrollo industrial del dueño de los recursos. Y no se puede discutir la soberanía argentina para definir e implementar su propia estrategia de desarrollo.



La lógica de explotación transnacional no es compatible con el desarrollo económico autónomo de una nación, máxime cuando esta es propietaria de sus recursos y quiere utilizarlos a favor de su desarrollo industrial. Más aún, cuando busca abastecer a los consumidores a precios bajos, desvinculados de los precios especulativos del mercado mundial.



La Argentina de Kirchner-Fernández le duele a los neoliberales y a las empresas transnacionales que han acorralado a nuestros países en la exportación de recursos naturales. Y les duele especialmente que el camino alternativo seguido por el peronismo de los Kirchner haya generado el crecimiento mayor de su historia (7,7% promedio anual en el periodo 2003-2011), con bajo desempleo, salario mínimo más alto de América Latina, reducción significativa de la pobreza y notable disminución del coeficiente de GINI. A pesar de los agoreros que vienen anunciando la debacle hace largo años, la inversión alcanzó en el periodo 2003-2011 el 24,4% del PIB, muy por encima del 18,2% promedio anual de la era menemista. Por su parte, el sector industrial, que se contrajo entre 1994 y 2002 en -0,6% promedio anual, se expandió en 7,7% promedio anual en el periodo 2003- 2011.



Estos resultados corresponden a un nuevo modelo económico reñido con el neoliberalismo de la década pasada que condujo al país a su peor crisis en la historia. Esta es la razón de la exasperación del establishment económico y de las empresas globales, incapaces de renunciar a sus ganancias extraordinarias y a su política de especulación con los recursos naturales.  Ello explica la ira del capital globalizado ante la propuesta de ley de expropiar parte del paquete accionario de Repsol.



Si esta lucha la pierde Argentina, serán todos los países de América Latina los damnificados porque deberán renunciar para siempre al derecho de usufructuar nacionalmente de sus recursos naturales. Y sobre todo perderán la oportunidad de abrir camino a la diversificación de su matriz productiva con un nuevo modelo de desarrollo.



19-04-12

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