¿ESTABILIDAD MACROECONÓMICA NEOLIBERAL O CRECIMIENTO ECONÓMICO?

Samuel Ortiz Velasquez y Carmen M. Calderón González.
La Jornada de Oriente 28/10/09

El pasado 22 de octubre de 2009, el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, destacó que el paquete fiscal aprobado por los diputados del PRI-AN preserva lo esencial: “la solvencia de las finanzas públicas”. La estabilidad en las finanzas públicas, afirmó: “es un requisito para alcanzar metas más elevadas, como el crecimiento económico sostenido, la creación de empleos y el abatimiento de la pobreza”. Al contrario, dijo, la inestabilidad, mina cualquier opción de crecimiento sostenido y afecta en mayor grado a los más pobres (La Jornada, 23/10/2009). De sus declaraciones, salta a la vista una interrogante: ¿Realmente la estabilidad en las finanzas públicas se ha traducido en crecimiento económico?
Primero. La estabilidad macroeconómica que le preocupa mantener al secretario es la del déficit fiscal (DEF). Pues su aumento suele asociarse con incrementos inflacionarios, algo “muy nocivo para los más pobres”. A decir de Carstens, la estabilidad del DEF, asegura la estabilidad macroeconómica y el crecimiento de variables reales básicas como el PIB, la inversión y el empleo, indicadores que dan cuenta del nivel de vida de la población.
Sin embargo, en el neoliberalismo (de 1982 en adelante), pese a que se ha reducido abruptamente el DEF y controlado la inflación, las variables macroeconómicas como el PIB y la inversión, amén de su semi-estancamiento, asumen una inestabilidad mucho mayor que la que presentaron en la fase previa, denominada Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Efectivamente, es en el neoliberalismo y no en la etapa ISI donde el ritmo de crecimiento de la inversión y el PIB se desploma a menos de una tercera parte y la inestabilidad (medida por el coeficiente de variabilidad) se triplica:


Esto es, al contrario de lo que supone Carstens, la realidad derrumba uno de los pilares del dogma neoliberal: la estabilidad en las finanzas públicas, se asocia justamente con el semi-estancamiento e inestabilidad real que se observa en 28 años de recetario neoliberal.
Segundo. Con la crisis económica que estamos padeciendo, el control del déficit público (vía aumento de impuestos y reducción del gasto de gobierno), se convierte en una medida altamente pro-cíclica. Si el objetivo es crecer, como afirma el secretario de Hacienda, o mínimamente mantener los niveles de ingreso y empleo, se deben desplegar políticas que eleven los componentes de la demanda agregada (consumo de las familias, inversión privada, exportaciones y gasto de gobierno ó suma del consumo e inversión del gobierno) para compensar la fuerte caída de las exportaciones. Bajo el contexto actual, el incremento en el gasto de gobierno (principalmente vía inversión pública) y por consiguiente el incremento en el DEF, son las únicas variables que se pueden manejar para estimular de forma positiva la actividad económica ya que el consumo familiar y la inversión privada al responder ante variaciones del ingreso, suelen descender durante la fase recesiva.
En síntesis, la “perversa” inestabilidad (aumento del DEF) realmente es una política muy necesaria para la reactivación económica en el corto plazo. Así lo están entendiendo la mayoría de los gobiernos del mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos, el DEF llegó a 10 por ciento como parte del PIB en 2009, en 2010 se prevé que llegue a 13 por ciento. Mientras que en México, empecinados en el dogma neoliberal, el DEF no rebasará ni el 1 por ciento para el año entrante, condenando a la gran mayoría de la población a sufrir los estragos propios de las crisis: quiebras de empresas, desempleo, pobreza, marginación; conduciendo al país a la posibilidad de un estallido social.

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